Autocrítica de La viuda blanca y negra

  
Boceto para La viuda blanca y negra (Drama en tres actos)


  Hace ya muchos años, quizás siendo yo un adolescente, leí por primera vez la novela de Ramón Gómez de la Serna La viuda blanca y negra. Creo que fue en esa ocasión —o en otra muy cercana en el tiempo— cuando me di cuenta de que en aquella historia novelada existía una obra de teatro. Tal y como advierte el profesor David Serrano-Dolader*, casi toda la obra novelística de Ramón sugiere teatralidad

Fue en el año 2021, después de largo tiempo apartado de la escritura teatral, cuando decidí adaptar la novela de Ramón a texto dramático. Realicé hasta tres versiones completas y distintas. Fue una labor compleja, muy compleja. Las principales dificultades que encontré fueron: el peculiar uso que hace Ramón del lenguaje; el exceso de descripciones emocionales; las alusiones continuas al pensamiento de los personajes y, ¡ay de mí!, el controvertido final de la obra. Esta última circunstancia fue la que motivó los textos alternativos, esa tríada de versiones. La novela se publicó en el año 1921. No he hallado en su bibliografía si quiera una alusión a polémica alguna relacionada con el desenlace de la obra. A lo mejor es que, desde entonces y hasta ahora, no ha sido necesaria esa discusión. En el sentir y en el saber popular, en la vida diaria actual —y en la pasada  existen situaciones como la aludida, porque lamentablemente surgen en las relaciones de pareja, algo tan antiguo como el propio ser humano. 

Cien años después de la publicación original, encuentro que las reacciones de la gente continúan siendo las mismas de entonces: nadie se rasga las vestiduras. Sin embargo, algo muy distinto sucede cuando quien lee el texto, y llega al final, es alguien que pertenece a una entidad, pública o privada, cuyo objetivo comercial hubiese sido llevar la obra al escenario, es decir presentarla socialmente. Una de las actitudes que me enervan —y me apenan— de esta España actual, es el sometimiento de las artes al dictado de un poder ideologizado y autocrático que, quizás mañana, deje de existir y, entonces, habrá que comenzar de nuevo a mendigar  el pan y el agua a cambio de convertirse, otra vez, en  «Su Seguro Servidor»

La historia de amor entre Cristina y Rodrigo es un anacronismo, sí, pero sólo por las formas de vestir  y de decir. La relación entre ellos dos podría tener lugar hoy, ambos con ropa sport (cuando menos de casa) y hablando vulgarmente, incluso cheli si se quiere. Las circunstancias personales de Cristina han hecho de ella una mujer poderosa en su desgracia. Rodrigo no sabe nada; él sólo desea que ella abandone su traje de viuda. Pero Cristina se niega totalmente a ello. 
En La viuda blanca y negra (Drama en tres actos) no he querido suprimir ningún hecho, ninguna situación. Al contrario, he incluido (en el segundo acto) los malos días vividos por Cristina, su maltrato, su humillación, su drama. 

FJPS



  *La viuda blanca y negra o la teatralización de la novela en Gómez de la Sernahttps://www.jstor.org/stable/27741296

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