Gritos y destellos: El teatro es un espectáculo..., ¿no?

 



              





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Cuando no estamos muy seguros de transmitir el concepto que realmente deseamos, y se pretende no caer en errores, acudimos al lugar donde se nos ofrece una descripción exacta de aquello a lo que nos queremos referir: el diccionario de la RAE (Real Academia Española de la Lengua).

En este caso, la palabra, el concepto es "Espectáculo". Y mi duda es si el teatro puede, o no, considerarse un espectáculo. El primer significado que el diccionario da  a esa palabra es el siguiente: «Función o diversión pública celebrada en un teatro, en un circo o en cualquier otro edificio o lugar en que se congrega la gente para presenciarla». Bien, estamos de acuerdo en que en un teatro podríamos presenciar un espectáculo. 

Sin embargo, es una definición demasiado amplia para ayudar a solventar mi duda. Veamos, pues, la tercera acepción: «Cosa que se ofrece a la vista o a la contemplación intelectual y es capaz de atraer la atención y mover el ánimo infundiéndole deleite, asombro, dolor u otros afectos más o menos vivos o nobles». En esta se delimita el concepto de tal modo que podríamos asimilarlo perfectamente al teatro. Es cierto que existen otras atracciones dignas de ser contempladas del mismo modo, pero además del teatro. 

A través de las máscaras, y desde sus orígenes, el teatro sentó la norma del misticismo en el arte de la representación. Entiéndase porqué: no existía, hasta entonces, una doctrina que educara en la comunicación inmediata y directa entre las personas y el arte vivo, entre las personas y el arte que se construía ante la mirada de un público que deseaba comprender, en las voces y movimientos de otros, lo que él mismo sentía en su vida privada. Esa unión, esa comunión, única en el Arte, debería haber perdurado por los siglos. 


Pero la realidad es otra. Es obvio que no añoramos la estética grecolatina como tal. Sin embargo, los gritos y destellos sobre el escenario de hoy anulan, en demasiadas ocasiones, la oportunidad de una «contemplación intelectual» de lo que acontece; anulan el disfrute del «deleite, asombro, dolor u otros afectos más o menos vivos o nobles». Por ello, cuando el teatro es sólo espectáculo, «función o diversión pública», deja de ser teatro para convertirse en en otra cosa cualquiera. 


FJPS






   






  

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