A mis amigos y amigas en Facebook
Gracias, muchas gracias
a todos/as
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Os cito en esta entrada de mi blog ("amigos y amigas") porque es a vosotros/as a quien me dirijo cada vez que publico en esa red social, a quienes muestro, a veces, mis pensamientos y sentimientos y, normalmente, imágenes y reflexiones que deseo compartir.
Hoy, 24 de marzo, me gustaría hacer explícitas algunas cuestiones que, aquí, en este mismo blog, he dejado más o menos apuntadas No se trata de que yo crea que mis "cuestiones" sean importantes para nadie, pero sí lo son para mí, y por esa razón intento compartirlas. Me hablo a mi mismo cuando las publico (seguro que entendéis lo que digo).
A pesar de las lagunas (tan profundas como extensas), mi vida ha sido y es el teatro. No he vivido de él ni para él, pero siempre he vivido en él.
Mi concepción del teatro tiene muy poco que ver con lo que se suele representar en nuestras salas desde hace más de veinte años. Es algo que sufro sinceramente, de verdad. Yo considero el teatro como un medio de conocerme y conocer mejor a los demás. Siempre he dicho, y lo mantengo, que el teatro es nuestra vida íntima, y que en los personajes siempre nos encontramos.
Por ello, critico (salvo excepciones) los textos, las representaciones, las actuaciones, la escenificación de las obras, etc., que el presente siglo nos ofrece. En ese teatro falta humanidad, faltan emociones, falta el talento...
Últimamente nos cansa ya el teatro autobiográfico, esa invención del diablo que nadie entiende. Para que alguien lleve al escenario una parte de su vida y el público pueda disfrutar de un buen texto, es necesario poseer el arte, el talento y la maestría de Eugene O´Neill, y ser capaz de escribir Largo viaje hacia la noche, por ejemplo. Me comprendes, ¿verdad? Quiero decir que el ingenio de O´Neill, pongamos por caso, o ya no existe, o permanece oculto a la espera de mejores tiempos.
De forma contraria a lo que suelen argumentar las grandes productoras, y sus actores y actrices elegidos (que son siempre los mismos), el público sí sabe lo que quiere, y sabe distinguir el buen teatro de las comediuchas y dramaintentos que ocupan las carteleras teatrales. Quienes tienen el poder de elegir lo que se ha de representar, aluden a que el público es imprevisible y no sabe responder a la calidad de una obra. Los críticos a sueldo se encargarán de sublimar el adefesio del escribiente/a de moda. La foto del productor saldrá en redes, él con la sonrisa bobalicona de acaudalado impostor. Y el público llenará las salas, también a la espera de mejores tiempos.
FJPS
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