Sabandijas de escenario: tres categorías 🙂 😀 😄

 




   
Pedro Calderón criaba sabandijas en su cuchitril de la antigua calle Platerías, porque Lope se las compraba a buen precio con el propósito —que además cumplía— de soltarlas en casa de Cervantes, esquina calle del León con Francos. Don Miguel, dado su buen carácter, en vez de echarlas a patadas las alimentaba con gusto. 

Cervantes. — «Como las comedias se han hecho mercadería vendible, dicen, y dicen verdad, que los representantes no se las comprarían si no fuesen de aquel jaez; y, así, el poeta procura acomodarse con lo que el representante que le ha de pagar su obra le pide». (Don Quijote de la Mancha, Capítulo XLVIII).

Lope
Cervantes

Lope. —  «De poetas, muchos están en ciernes para el año que viene; pero ninguno hay tan malo como Cervantes ni tan necio que alabe a Don Quijote». (De una carta a un amigo fechada el 14 de agosto de 1604). 

Lope era una sabandija con ingenio, pero también, como hemos visto, vendible a la ocasión. 

Si al menos las sabandijas del siglo XXI tuvieran la mitad de la capacidad y el talento de Lope, podríamos alimentarlas sin problema. Pero no es así. 
Yo distingo —con cierto regusto intelectual y buen humor— tres categorías de "sabandijas de escenario", según mi taxonomía inventada. Tomando como referencia las tres imágenes de arriba, comenzaré por la que mejor conozco, que es la situada a la derecha. A esta clase la denomino "acechantis cobardis".

"acechantis cobardis"
 Suele estar compuesta por autores/as de teatro descreídos/as de su valía profesional. Y con razón, pues son ya varias las ocasiones en que han tenido que salir huyendo del primer ensayo. 
Estos autores/as presentan todos la vena mercantilista (o comercial) de Lope, pero sin su talento. 

Esa actitud de temerosa vigilancia la podemos observar cuando logran asentarse en cualquier garito y consiguen representar sus obras. Yo conozco a uno de estos. No voy a decir su nombre porque, en Madrid, y si sois gente de teatro, todos lo conocéis. Lo que sé de él es lo siguiente: es incapaz de crear pensamiento propio, de modo que escribe y dice conforme a la opinión general; en conversaciones sobre teatro, se defiende con cuatro o cinco frases que ha aprendido de memoria; padece angustia social (lógico por otra parte); sus "éxitos" teatrales se explican por los llenos absolutos de la sala donde se representan sus obras: veinticinco butacas y tres de perfil. Este autor resta prestigio a las "salas alternativas", pero ahí está, todas las temporadas, y eso por algo será ¿...?


Llegamos a la segunda categoría, que mayormente aloja a los directores de escena. Aquí lo vemos con los brazos extendidos pidiendo calma. Suele ocurrir que los actores y actrices tengan más y mejores conocimientos interpretativos que el propio director, por eso a esta categoría de sabandijas de escenario la llamaremos ignorantis perpetuus

Los directores de escena españoles (salvo excepciones y casi todas del siglo anterior), se han formado bajo el foco de la ideología política en curso. Han aprendido a destextualizar cualquier texto que no se avenga a las directrices dramatúrgicas políticamente correctas. 

Actores y actrices, quizás ya con experiencias anteriores de la obra que fuere, abominan de las grotescas situaciones creadas en el escenario tras la modificación del texto. Pero no les queda otra que representar lo que les mandan. Los/as  ignorantis perpetuus, cuando perciben que el elenco se cabrea, siempre echan mano de la misma tabla de salvación: «Tranquilos, ya veréis como así queda mejor y al público le gusta más». ¡El público! El público soporta lo que le echen. Y aún diré más: no piensa que la obra así representada es un bodrio, porque incluso aplaude. Lo que piensa es que su ignorancia no le permite comprender ese espectáculo


Y por último, la tercera categoría. A esta se abonan productores/as de teatro, denominada reptilis infamis
El único arte que conocen es el del vil metal. No hay texto, no hay obra que, por su calidad, merezca la atención de esta caterva, salvo que vaya auspiciada por un nombrado y, a veces, ni aun así. 
Prefieren la bajeza y la ordinariez que, actualmente, es un sello de confianza para el éxito. 
¡Al carajo la chusma!



FJPS












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