Lector.— He comprado su libro, y me ha encantado. / Autor.— ¡Ah! (Sonriendo.) Así que fue usted...
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Autor, a la izquierda; lector a la derecha |
Cuántas veces habremos escuchado, en una entrevista, en una película, etc., la mínima conversación que da título a mi publicación de hoy. Irónica resignación la del autor, a la que agrega una sonrisa para disimular su verdadero sentir.
Nuestro Larra, en su amarga queja sobre la escritura y los lectores dejó dicho: «Escribir como escribimos en Madrid es tomar una apuntación, es escribir en un libro de memorias, es realizar un monólogo desesperante y triste para uno solo. Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta».
Lo escribió en el 1836, hace casi ciento noventa años. No está mal expresado, ¿eh?, su sentimiento como escritor, como intelectual español de su época.
En nuestro siglo, un premiado con el Lope de Vega, tras leer el parágrafo larriano (↑), comenta su desazón porque dice haber sufrido la situación ahí expuesta. Se trata, sin duda, de una impresión personal del premiado, tal vez porque él vive en Madrid.
Cuando yo era muy joven y empezaba en esto del escribir me recordaban, cada cierto tiempo y siempre con la mejor intención, que "Escribir en España es llorar". Y no, no era un error de ubicación, sino la certera glosa de lo que en realidad nos quiso decir Larra. Su señalamiento a Madrid es uno más de sus golpes satíricos a la sociedad en la que convivía.
Pues sí, el autor hubiese preferido no encontrarse jamás con su supuesto único lector, pues le puso ante los ojos la maldita realidad que él había intentado obviar.
En España no se venden libros, sino géneros literarios. Se venden novelas de novelistas, cuentos de cuentistas (2ª acepción del DRAE), poesías de poetas y ensayos de ensayistas. Hay una diferencia inmensa entre, por ejemplo, una novela escrita por un novelista y otra redactada por un escritor. En España puede haber no más de tres escritores; sin embargo, se publican y se venden más ejemplares que nunca.
Como si hubiesen presentido lo que iba a ocurrir con la Literatura, a partir del año 2000 se fueron yendo los mejores, los únicos. Aunque ya pululaba en nuestro territorio una nueva generación de escribientes, adiestrada durante los ochenta, ninguno de ellos ha logrado la brillantez ni la honestidad de los que se fueron. Ese grupo de tres que he nombrado, son los que aún escriben y viven en la Literatura, y son, obviamente, los que menos venden.
Escribir en España es llorar, no cabe duda. Porque hay que saber llorar para ser escritor.
FJPS
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