LAS BUENAS ALMAS Y LA MALDAD COTIDIANA

 


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   soy, en el buen sentido de la palabra, bueno

   Retrato. En Campos de Castilla. Antonio Machado. 

   Me advierten que escribir de la bondad hoy día puede resultar irrisorio. Es posible que tengan razón. Sin embargo, yo acepto ese riesgo y escribo. 
En lo que va de semana (hoy es jueves) me han preguntado en dos ocasiones (casualidad) si las personas nacen o se hacen malas o buenas. La respuesta es que las personas se hacen malas; es muy difícil que con las buenas ocurra lo mismo. Frente al componente ambiental (familia, escuela, amigos, etc.), el genético presenta una influencia mucho menor. Sólo en determinados trastornos de la personalidad (como el psicopático), los genes son más determinantes que en personas no clínicas (sanas mentalmente). La bondad es un atributo que suele ir acompañado de otras características, como por ejemplo la inteligencia, que permiten a la persona manejar con más eficacia un posible ambiente adverso. 

Todos hemos oído cómo alguien se refiere a los adentros de otra persona. A lo que se alude en estos casos no es la biología, sino a las convicciones, creencias, principios, ideales que aquella persona posee. Es decir, los adentros son el conjunto de cualidades que hemos interiorizado por medio de la experiencia y la educación. Por este motivo, las personas con buenos adentros difícilmente se adhieren a la maldad. 

El primer y único recurso de defensa que posee un bebé frente al resto de seres humanos es su aspecto y, más concretamente, sus facciones. Todos sin excepción presentan algún rasgo que impide —al menos en teoría— la agresión o el daño sobre ellos. Cuando este recurso no cumple su función, es porque ante el bebé hay una persona con maldad cotidiana, habitualmente adquirida por interacción de sus circunstancias personales y el ambiente. Quien hace daño a un bebé no está loco o loca, pues sabe distinguir entre el mal y el bien.


La maldad cotidiana es una forma de vida, un modo de convivir con los demás. Esa misma maldad, alojada en los adentros de una persona, es la que hace despreciar a las buenas almas. Estas se constituyen de nobleza e inteligencia; las malas almas suelen estar unidad a la ignorancia el recelo. 

En un antiguo librito de refranes leo que «Maldad es no usar los bienes pudiendo», entendiéndose que no se refiere sólo a los bienes materiales. Encuentro, además, este dicho: «El mal y el bien en la cara se ven». Similar al que afirma que la cara es el espejo del alma. En casa, hay quien declara su convencimiento respecto a este último refrán, y lo expresa no pocas veces. Yo, de acuerdo con ella, sonrío y asiento. Es un descubrimiento por su propia experiencia. 


En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño
que miran, callan y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra. 

 He andado muchos caminos. Antonio Machado.



FJPS

   





 

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