EL NIÑO MALTRATADO QUE DECIDIÓ AMAR LA VIDA (I)

 



Tiempo aproximado de lectura: 2 minutos y 43 segundos.

ADVERTENCIA: antes de seguir leyendo debes saber que en el texto se describen situaciones desagradables. 


   Conocí el caso de este niño cuando un íntimo amigo (hoy un hombre con más de sesenta años) me lo contó. Nos conocemos desde pequeños (desde los seis años) y por ese motivo me sorprendió que nunca antes hubiese mencionado detalle alguno de lo sucedido. Me respondió que, a estas alturas de la vida, sentía la necesidad de compartirlo con alguien de confianza. 

Él dice que cree ser — cree que fue— el primer niño español que quiso separarse de sus padres, pues así se lo dijo a un policía que encontró en la calle. El agente, claro está, le contestó que se dejara de tonterías y se fuera a casa. 

Mi amigo fue un niño sensible, y es un hombre sensible. Recuerdo que cuando nuestros padres nos llevaban al Museo de Bellas Artes de Sevilla, el quedaba extasiado contemplando los cuadros; ese día él no volvía a salir a jugar porque se pasaba la tarde pintando. También le gustaba escribir, y lo sigue haciendo. Yo diría que mi amigo conserva, a pesar de los años, la pasión por cosas que requieren inteligencia y sensibilidad, sobre todo por la literatura y la pintura, aunque esta última casi ha dejado de practicarla. Él me cuenta que le pidió a su padre matricularse en la Escuela de Artes y Oficios; era entonces un muchacho, y le dejó bastante confundido el motivo que su padre le espetó para prohibirle que acudiera a las clases: «Allí sólo hay maricones». De modo que aprendió por sí mismo. 

Él considera que fue un niño maltratado, psicológica y socialmente. Yo estoy de acuerdo con él. Sólo en una ocasión sufrió maltrato físico. Una tía de su padre era maestra e impartía clases en el colegio donde él estudiaba los primeros cursos de EGB. Una tarde, la maestra llamó por teléfono al padre y tales cosas le diría sobre el alumno, que nada más colgar el teléfono el padre se fue para él y le dio tal paliza que tuvo que meterse en la cama dolorido y asustado. Él lo describe como una pelea de taberna, a patadas y puñetazos, pero en la que sólo golpeaba uno. 

En el aspecto psicológico, las agresiones eran en forma de ofensas y humillación. Y esto comenzó siendo él pequeño. El primer recuerdo que dice tener es de cuando nació su hermano, tenía él menos de ocho años. Cuando el bebé llegó a casa, mi amigo quiso tocarlo y besarlo. Su padre se lo impidió, diciéndole a la madre: «No dejes que se acerque, que este es tonto y es capaz de hacerle daño». ¡Cuánto me impresionó lo que mi amigo me contaba! 
Sobre esa cuestión de que él era tonto, hay que decir algunas cosas. Su bondad natural, su discreción (aun siendo un niño), su rechazo de la violencia, su gusto por permanecer en casa pintando o escribiendo, sus malas calificaciones en la escuela, etc. hacían pensar tanto a sus profesores como a sus padres que no era un niño normal. Fue entonces cuando el maltrato se convirtió en el modo de cambiar la forma de ser de un niño de once años. (Continúa en la próxima entrega)


FJPS




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