A esa caterva de inconscientes

(Didáctica para contemporáneos)

 Por las tardes se os veía en la calle merendar pan con chocolate. 
Erais (éramos) hijos de obreros. En casa, los mayores hablaban del pasado con cierta templanza; otros, también mayores, comentaban el futuro incierto. El sol de primavera nos acariciaba la cabeza mientras corríamos detrás del balón o saltábamos a pídola. A veces, el pan y el chocolate rodaban por el suelo, pero no había problema: se recogía, se soplaba y seguíamos disfrutando. Después, llegaba papá del trabajo, siempre invicto. Mamá vigilaba nuestra seguridad desde el balcón o la ventana. Las tareas podían esperar un rato más; o quedarse sin hacer. 

Los años pasaron y todo cambió. Necesariamente, nuestras expectativas tenían que cambiar. Ya lo anunció Jarcha con su canción Libertad sin ira, un manifiesto de paz y concordia. Poco después, a partir del año siguiente, vimos cómo aquella canción se convirtió en un ingenuo deseo. La España cainita salió a flote de inmediato. La libertad malentendida (a propósito) crio hijos y nietos cuya andadura posterior los ha formado en el descreimiento de valores y principios, personales y sociales. Así se ha constituido la caterva de inconscientes que pulula por toda España. 

La llegada de estos elementos al teatro (de aquellos polvos, estos lodos) significó un verdadero peligro para la dramaturgia de entonces y de ahora. 

En este video, Isabel Tenaille entrevista Buero Vallejo. Es el año 1977





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