Historia de una escalera, sin escalera


  En la versión de esta obra, realizada por Juan Carlos Pérez de la Fuente, había escalera; lo que faltaba era la barandilla de la misma, circunstancia comentada con gracia por Victoria Rodríguez. Una anécdota sin relación alguna con el título ni la fotografía. 


Representación en 1949, en el Teatro Español


  ¿Qué hubiese sido de la obra La doble historia del doctor Valmy sin teléfono en el escenario? ¿Y de Diálogo secreto sin mesa y mesita? ¿Y de El tragaluz sin las tijeras? Me centro en Buero Vallejo porque lo considero el dramático realista-simbólico más importante en el mundo. Sí. Conozco la obra de otros dramaturgos europeos y norteamericanos que usan formas semejantes de hacer teatro, a quienes nuestro autor supera en calidad. 
  
  A veces se habla de teatro minimalista sin precisar bien el significado del concepto. Lo cierto es que son varias las referencias: el término minimalista asociado al teatro se ha empleado indistintamente para referirse al texto dramático, el montaje, la concepción escenográfica e incluso la poética.*
Pero el uso más común —y el más honesto— es el que alude a la necesidad de suprimir gastos cuando se pretende montar una obra de teatro. Esto es tan cierto como que (matemáticamente) dos más dos son cuatro. Puede resultar comprensible en ocasiones el empleo de este ardid. Pero no es aceptable cuando se dispone de medios económicos. En estos casos —que son la mayoría—, el interés real es adscribirse a la artimaña de presentar un escenario casi vacío, como símbolo de una modernidad anodina. 

La doble historia del doctor Valmy. 2017
El público, ese ente indescifrable, opina distinto según se encuentre sentado a una mesa de camilla  o en la concurrida terraza de un bar. El público es capaz de aplaudir un Shakespeare sin emociones o un Arthur Miller sin viajante, y patear la obra que simboliza (personifica) su temida realidad. El público tiene dos opciones: se acostumbra a lo que hay en los escenarios, o deja de ir al teatro. Ha decidido acostumbrarse, pero va al teatro como quien acude a presenciar una partida de bolos. 





Estreno de Diálogo secreto. 1984 Teatro Victoria Eugenia

El público prefiere, incluso desea, ver la escalera, el teléfono, las mesas sobre el escenario. Porque el teatro es el único espectáculo que soporta la repetida percepción de la realidad; de una realidad simbolizada con metaobjetos, una realidad íntimamente comprensible. Al público no se le debe dejar que se pierda en una constante e ilusoria estética de telas colgantes y luces. 


Cuando en una representación el texto es suficiente, entonces hablamos de otra cosa, no de teatro. Del mismo modo (o quizás mucho más cerca del despeñadero), el delirio de Lehmann y sucesores con el teatro posdramático no ha hecho sino confundir y dar nombre al modo más estúpido conocido de ir contra la tradición en el arte escénico. 

El teatro necesita texto y objetos; oír y ver. El teatro es un espectáculo. 
A mí me parece (sólo lo intuyo) que el teatro debería quedar a salvo de probaturas y excentricidades; que el teatro requiere el compromiso de quienes nos acercamos a él, porque avanza o retrocede con nuestros modos de hacer; que el teatro posee la cualidad de ser diferente por la ineludible personación; que el teatro no muere a pesar del público y sus gobernantes. 



FJPS





























* Barbarella D´Acevedo. https://laislaweb.wordpress.com/2016/05/30/breves-apuntes-acerca-de-minimalismo-y-teatro/
   
 

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