Exabruptos (Versión vespertina)

 


 

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  — Maldita sea la puta que lo parió.

  — Sí, señor. Tiene usted razón. He degenerado como mis muertos. 

  — Pero tú apestas en vida, cabrón. 

  — Lo sé. De algo hay que vivir. 

Esta conversación se repetía, con escasos cambios, una tarde detrás de otra en el marmóreo patio de la pensión Carmen.  Los inocuos espíritus de los niños allí fallecidos, revoloteaban cerca del techo y las paredes, cuando el sol ya había cambiado de acera y prendía de naranja los violentos campos de la nada. 


   — ¿Tendría usted diez euros para prestarme?

  — Maldita sea la puta que lo parió.

  — Sí, señor. Tiene usted razón. He degenerado como mis muertos. 

  — Pero tú apestas en vida, cabrón. 

  — Lo sé. De algo hay que vivir. 

  — Yo me cago en todos sus muertos. 

  — Tiene usted mi permiso. Lo acepto resignadamente. Es lo que suele suceder en estos casos. 


FJPS






 


 

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