Teatro y sensibilidad 


  Todo lo que he leído sobre los ismos en la creación dramatúrgica, no deja de ser un simplísimo anuncio publicitario en contra del ismo cronológicamente anterior. 


Cuando entro (había escrito "accedo") a una sala de teatro, y he ocupado mi localidad, siento una especie de vértigo, muy agradable, que abre mi entendimiento y mi sentir hacia experiencias tempranas del mismo orden. Aún con el escenario cubierto, si comienza a sonar música, entonces mis expectativas de disfrute, de gozo, aumentan notablemente. Se alza el telón y ante mis ojos aparece ya el escenario y, sobre él, el reciente trabajo de los utileros, o de la propia compañía que va a representar la obra: los objetos. 
Con O de objeto«La neutralidad, incluso la vacuidad del objeto explica su éxito en la descripción de la escena contemporánea, que participa del decorado figurativo, de la escultura moderna y de la plástica animada de los actores. La dificultad en establecer una frontera distintiva entre el actor y el mundo, la voluntad por aprehender integralmente la escena y de acuerdo con su modo de significación, llevaron al objeto al rango de actante primordial del espectáculo moderno. Una tipología de los objetos escénicos establecida según su forma, materiales o grados de realismo, tendría poco sentido, pues el objeto varía en función de la dramaturgia empleada, se integra —si se le utiliza bien— en el espectáculo, del que es soporte visual y significante esencial». (Tomado de Diccionario del teatro, Patrice Pavis).


Boceto para La viuda blanca y negra
Boceto para El político ingenuo

Pues bien, yo siento la necesidad de los objetos en el escenario. Como espectador, al contemplarlo vacío de significados mi mente crea inconscientemente significantes, que advierto como una desprotección ante la ausencia de la lógica esperada. Como dramaturgo, disfruto en la creación de la escena, incluyendo objetos vivos, que conocen, igual que yo, su papel en la obra. Por ejemplo, si entiendo que un personaje determinado debe sentarse y, además, debe hacerlo en un sillón en vez de en una silla, así lo plasmo en el texto. A Pablo el Mudo no se le puede dejar sin su sillón con orejeras, él me ordenó la presencia de ese mueble. Rodrigo no sería quien es sin la escalera que lleva al vestíbulo. y
tampoco María sin su bar. 
Boceto para Primavera 2020

Aunque mucho menos que El político, soy un ingenuo de la creación teatral. No me aviso de lo que se lleva, del tiempo en que vivo, de la moda que siguen los demás, de lo que se dice que el público quiere en el teatro. ¡Ay!, he olvidado, si lo supe algún día, cuál es el ismo que manda en la actualidad. 
Y yo me pregunto: ¿Qué es lo que lleva a adherirse a un ismo? Supongo que el propio convencimiento. Me dicen, no obstante, que también la presión de los otros, de los que siguen y proclaman aquellos cánones, y, desde luego, el deseo de no quedarse fuera de la moda. Todo esto de los ismos y su seguimiento me parece baladí. 

Sobre un escenario, los personajes —por entre los objetos, es decir, en su ambiente— viven sus alegrías y desdichas, sus esperanzas y sus miedos, hablan, conversan, discuten, se alegran, lloran, ríen... ¿Cómo escribir teatro obviando lo que sucede en la sociedad? Me refiero a lo que ocurre realmente, no a lo que algunos quisieran que sucediese. La diferencia entre una concepción y la otra es que, en la primera, el desenlace no tiene fin, es imposible llegar a una conclusión; sin embargo, en la segunda siempre existe un final interesado, una advertencia sobre lo que se debe y no se debe hacer, pensar o decir. A este último modelo de teatro pertenecen las nuevas obras que se han representado en España en los últimos veinte años, un teatro sin emociones. Los clásicos se adaptan al pretendido sentir general, cercenados en las opiniones que habrían de resultar sempiternas, pues hablan de autenticidades. Buscando un teatro correcto se continúa representado un teatro para lograr transformaciones sociales, pero inhumanas. Quizás por este motivo ese teatro no se ocupa de cuestiones profundamente humanas, sino tan superficiales como las que arbitran algunos medios de comunicación. 

Sensibilidad..., teatro y sensibilidad. No digo yo que en otros tiempos... El hombre sensible (y la mujer, no la mujer del hombre sensible sino cualquier mujer) ha de revisar concienzudamente la cartelera teatral antes de salir de casa. Son ya demasiados los errores cometidos. Acudir al teatro amparado por una crítica que se estimó fiada, y encontrarse lo que menos se podía esperar proporciona una dolorosa e inolvidable experiencia. El hombre sensible (y la mujer, ya se sabe) busca en el teatro la emoción que aparece como efecto de unas sutiles palabras, de un gesto magistral, de una mirada. El hombre sensible añora sentir íntimamente con lo que sucede sobre el escenario. 
FJPS





             
  





                                                             

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